miércoles, 8 de mayo de 2013

El certificado energético (I)


En los círculos inmobiliarios se habla mucho últimamente del Certificado Energético, y se constata a su vez que aquellos que menos lo conocen son probablemente los más interesados en adquirirlo, es decir, los particulares propietarios de viviendas en venta o alquiler.

A lo largo de varios artículos trataremos de dar respuesta a las preguntas más frecuentes sobre el tema.


En primer lugar, debemos explicar qué es el certificado energético.

Para ello, tal vez sea pertinente, ponernos en antecedentes sobre lo referente a materia energética, definida en países como el nuestro por el alto grado de paternalismo de los gobiernos europeos.

Términos como contaminación, calentamiento global, sostenibilidad, etc. podría decirse que llevan solo unas pocas décadas resonando en nuestros oídos, pero por suerte cada día los gobiernos del primer mundo son más proclives a envolverse en la bandera de la ecología, atendiendo a las protestas de aquellos que han popularizado dichos términos con sus argumentos en defensa del planeta.

Conocidos es por todos que la concienciación internacional por los problemas medioambientales, quedó plasmada por medio del Protocolo de Kioto, en el que una serie de países, muchos de ellos en su cúspide económica y de desarrollo, pactaron (según algunos, arrastrando con ellos a un gran número de estados a medio desarrollar) el seguir unas pautas para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero (especialmente CO2), principalmente producidos por la industria y por la generación de energía para abastecer dicha industria.

Como es lógico, el consumo energético es proporcional al desarrollo económico y el nivel de emisiones de CO2 es proporcional al consumo energético. Por ello, dentro de un mercado libre y competitivo en la Unión Europea, España está en desigualdad de condiciones con respecto al resto de países, ya que ha visto frenado su desarrollo, mientras países como Estados Unidos (con apenas el 4% de la población mundial, consume alrededor del 25% de la energía fósil y es el mayor emisor de gases contaminantes del mundo), China e India contaminan sin que nadie diga esta boca es mia.

Así las cosas, en la actualidad, sumergidos en un profunda crisis económica, con la industria atravesando uno de los peores momentos de la era contemporánea, es decir, con unos índices de consumo de energía y producción de contaminación inesperadamente bajos,  extrañamente la Union Europea se sacó de la manga como un prestidigitador de la creación de problemas, una norma que obliga a las viviendas a poseer una pegatina “como las de las neveras” en la que indique la relación entre el consumo de energía y su aprovechamiento, es decir, su eficiencia energética, nivelada de la letra A a la G. Siendo la A el máximo de eficiencia y la G el mínimo.
 
El certificado de eficiencia energética queda
representado en una pegatina
Esta simpática y colorida pegatina, por supuesto, va acompañada de su correspondiente desembolso para obtenerla por parte del propietario de la vivienda, y precedida de los pertinentes gastos por parte de los gobiernos en los que adjudicar el desarrollo los programas informáticos necesarios para el cálculo de la eficiencia energética. (Siempre queda la duda en estos casos de si fue primero la necesidad o el producto, el huevo o la gallina…)

Es decir, el gasto afrontado por el ciudadano comienza con las delegaciones enviadas al extranjero para decidir que como nuestro desarrollo es excesivamente rápido, sería preferible frenar nuestra precipitada evolución a base de contaminar menos y pagar multas si contaminamos en exceso, mientras los países más contaminantes y que empiezan a acaparar el pastel de la economía mundial gozan de bula ecológica.

Una vez cumplido el objetivo decelerador de la contaminación y del consumo energético a escala industrial, lógicamente las instituciones han fijado su punto de mira en los consumidores particulares, obligándoles a poseer el mencionado certificado energético, previo cobro y so pena de multa en caso de no tenerlo y anunciar su vivienda en venta o alquiler.

Todas estas “normas articuladas”, como decíamos, son un gasto tal vez exagerado en estos tiempos, fácilmente evitable simplemente con “articular” una frase muy castiza y sencilla cuando visitemos una vivienda de nuestro interés: 

“Esas ventanas están para cambiar, que entra mucho aire”.

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